El tiempo y la soledad chocan en la vida de varias mujeres. Ese es el argumento de la obra teatral “La Edad de la Ciruela”.
Un viaje en el cual el tiempo y la soledad chocan. Un mundo donde casi es posible llevar al tiempo a juicio y congelarlo por sus crímenes contra la gente. Todo esto y más nos presenta la Asociación Cultural “La Vale” con una puesta en escena sorprendente y conmovedora: “La Edad de la Ciruela”, dirigida por Michael Joan.
En medio de las risas espontáneas y aplausos del público, que se vuelve cómplice de los personajes, la obra invita a reflexionar sobre la forma en que las personas se aferran al pasado, mientras los recuerdos se resignan a morir.
La historia del dramaturgo Arístides Vargas (Argentina, 1954) es a veces tierna, a veces cómica, a veces trágica. Como una fruta que va cambiando de sabor conforme se va secando. Narra una historia familiar vista a través de los recuerdos de Celina y Eleonora, dos hermanas que repasan su infancia en el viejo caserón donde vivieron varias mujeres.
La metáfora de la ciruela se convierte en detonante de sus recuerdos. En momentos clave surgen preguntas tan alucinantes como ¿Qué edad debe tener la ciruela para ser vino y no vinagre?, ¿a qué edad se pierde el miedo a la oscuridad o a las ratas? En la medida en que la fruta se va secando, como señal del inexorable paso del tiempo, afloran las memorias de diversos personajes como la abuela gruñona, la tía sonámbula y otra tía que se cree un ángel que no alcanza a ver las alas en su espalda.
Este montaje requiere de mucha participación y atención del público. Tiene una puesta en escena minimalista, en la que una escalera puede ser un árbol de ciruela que se convierte en el testigo mudo del diálogo entre los personajes. El espectador tiene que concentrarse para darse cuenta que las actrices encarnan a un sinnúmero de personajes. Ante sus ojos, con la complicidad y la atención del respetable.
Sorprende, como ya se ha dicho, la naturalidad con que las tres integrantes del elenco (Leslie Guillén, Maríajosé Vega y Claudia del Aguila) se transforman en varios personajes de diferentes edades (incluso sus voces cambian) sin salir del escenario y solo con ligeros cambios de indumentaria y en su lenguaje corporal. Gracias a ellas desfilan ante nuestros ojos mujeres de todo tipo: niñas, viejas, jóvenes, mujeres a veces resentidas con la vida o aturdidas. También otras que se convierten en jueces, jurados y verdugos de una escurridiza rata.
Los personajes viajan en el recuerdo hacia el mundo perdido de la infancia, teniendo a la ciruela como una pequeña fruta que madura, se arruga y envejece. Pero también es una alegoría a la vida de las mujeres que habitan en la casa, escenario principal de la historia: “Mujeres que no sirven para nada porque no quieren servir a nadie”.
Temporada: Del 14 de agosto al 7 de setiembre. De jueves a domingo a las 8.00 pm.
Entrada: General: 25 soles / Estudiantes: 15 soles.
Centro Cultural Ricardo Palma – Av. José Larco 770, Miraflores – Lima.