Creerían que he consumido algún tipo de droga si les contara que ayer 21 de enero del 2016, fui testigo de una cola de por lo menos cinco cuadras de largo para ver la puesta en escena de la obra “El Túnel”. Ernesto Sábato es un genio pero, ¿cinco cuadras de largo? ¿En el Perú? El local podría albergar a lo mucho 180 personas y aun así aquellos que demandábamos cultura quintuplicábamos o sextuplicábamos el número.
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Mi amiga y yo tuvimos que contentarnos con ver una película Hollywoodiense, nominada al Oscar, menos concurrida y considerada quizás por MVLL en su “Breve discurso sobre la cultura”, cómo un entretenimiento de inferior cultura.
Pero no, lamentablemente no. No entré a un portal mágico ni a una máquina del tiempo. Tampoco me equivoqué de dirección y aterricé en otro país. Si bien por un momento pensé que la televisión nacional estaba perdiendo dinero al transmitir programas reality y no obras de teatro, pronto me di cuenta que nada había cambiado.
En poco tiempo pude concluir que los espartanos en cola eran un error estadístico, un resultado anómalo o una muestra no representativa y es que en Facebook pareciese como si se esparciera un virus de “raza distinta” tan peligroso que contagia ignorancia.
Leo con mucho cuidado a usuarios que poco más y apedrean a un joven periodista por ser coherente e incisivo en sus preguntas, a candidatos que generan fanatismo pregonando felicidad sin sustento, a otros que les basta con saber poco menos que hablar para alcanzar podio en las encuestas y a quienes simplemente lo alzan en hombros por ser un espejo perfecto de la sociedad ignorante, decadente y putrefacta en la que vivimos.
Pero eso no es todo, ya que en esta incoherencia coherente casi ficticia pero real en la que vivimos, hay quienes deciden invitar a actividades intelectuales como la política a personas que dedican más tiempo a ejercitar los brazos que el cerebro. No se dan cuenta que para lucrar en la vida, pueden también abrir un gimnasio y no generarnos a los menos espejo un daño irreparable, gratis y que perdura.
Lo que más me preocupa, no obstante, no es que el Congreso se convierta en una pollería, un restaurante, un equipo de fútbol, un reality o un gimnasio, sino que este país, tan poco Av. Larco a las 8 de la noche un jueves 21 de enero, se haya equivocado de función allá por los años 60’s y aún no pueda salir de ese oscuro y maloliente Túnel en el que se metió.
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Posted by PQS on viernes, 22 de enero de 2016
