Imaginemos que le regalan un auto nuevo. Paseos, viajes, fotos para su cuenta de Instagram. Todos ellos, beneficios. Licencia, SOAT, gasolina, mantenimientos. Sumándole estos elementos, ¿se condice más con lo que conlleva ser propietario de un automóvil?
Al igual que el automóvil que fue regalado con ánimos altruistas, los emprendimientos sociales llegaron al mercado como una alternativa del sector privado para brindar soluciones frente a distintas problemáticas nacionales. En el caso de BAIKA, la falta de infraestructura en el trayecto de las viviendas de sus alumnos al centro escolar.
No obstante, como todo propietario de un vehículo, no todo radica en beneficios. Siempre existirán disposiciones normativas que se deben seguir para que el automóvil / emprendimiento pueda generar el valor que se espera.
Pero, entendiendo que los emprendimientos sociales son creados en su mayoría por un equipo comercial, ¿quién supervisaría el cumplimiento de este estándar legal?
Es allí donde nos topamos con el área legal. Manteniendo el ejemplo de que el emprendimiento social es un “auto nuevo”, en el cual sus integrantes planean “destinos” o soluciones sobre una problemática específica, pero a la vez deben cumplir con ciertos estándares legales, es válido preguntarse: ¿Cuál es la función del área legal? ¿Cómo se desenvolverá este equipo para efectuar el cumplimiento del estándar legal?
Contestando dichas interrogantes, por un lado, se tiene una insistente conceptualización que cataloga al área legal como un “SOAT”. Es decir, como un “seguro” que se activa solo cuando existen “siniestros”. O, de manera formal, como un equipo que fungirá de salvaguarda para “solucionar contingencias”, las cuales pueden derivarse de la dinámica comercial que mantiene el emprendedor social, apareciendo como aquel que debe corregir el incumplimiento legal que se haya podido presentar.
Por otro lado, una visión más completa y real de la función del área legal radicará en fungir como un “tanque de gasolina” para el emprendedor social, logrando acompañar el desarrollo de las soluciones que este planea integrar en el mercado. De esta manera, el cumplimiento del estándar normativo se convierte en una prioridad que debe cumplirse primero y estar presente de forma constante en la operación o dinámica que realiza el emprendedor social, asumiendo una función más eficaz, reduciendo los costos asociados con los incumplimientos legales y sus efectos sobre la operación que mantiene el emprendimiento.
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En BAIKA nos alineamos con la segunda propuesta. En nuestro caso, el formalizar donaciones por parte de terceros, mantener cargos directivos actualizados, velar por los datos personales de los colaboradores externos e internos al emprendimiento, suscribir convenios de colaboración, efectuar el pago oportuno de tributos, entre otras actividades, deberán realizarse para mantener un emprendimiento social siempre “listo” para su próximo “destino”.
El pretender que estos actos deben ejecutarse a modo de subsanación traerá consigo dos consecuencias inevitables: (i) el estancamiento del cúmulo de soluciones que un emprendedor social busca transferir al mercado; (ii) la disminución del impacto social del emprendimiento.
Estas conclusiones se entenderían al analizar el tiempo que el emprendedor social desperdiciaría en operaciones que consideraba ya cerradas, logrando que no pueda desplegar su fuerza comercial en nuevas operaciones o ideas, inclusive.
Así, la falta de operaciones concluirá con la disminución de la maximización del potencial económico del emprendimiento (con la clara lógica aritmética de “a más operaciones, mayor beneficio económico”). En ese sentido, una cultura de permanente subsanación lo que trae es una reducción de la capacidad operativa, lo que conlleva menos beneficios económicos, los cuales se materializarían en un menor impacto social de aquel planificado inicialmente por el emprendedor.
Por consiguiente, invitamos al emprendedor social a seguir interactuando en un mercado que urge por más “automóviles”. Sin embargo, no está de más recordarle que siempre es bueno mantener un “tanque lleno”, con mayor razón si le esperan grandes “destinos” que, mayormente, se condicen con largos caminos.

Por: Juan Diego García Montúfar Miró Quesada, miembro activo del Área Legal de BAIKA, alumno de onceavo ciclo de Derecho de la Universidad de Lima y practicante pre profesional del área Inmobiliaria en Miranda & Amado.
