Lucho Quequezana: “La clave está en la energía del equipo”

El reconocido músico contó detalles de sus inicios y compartió el principal aprendizaje de su proyecto intercultural ‘Sonidos Vivos’, el cual fue financiado por la UNESCO. Conoce su historia de éxito en la siguiente nota.
Lucho Quequezana, el emprendedor que innova la música peruana.

El reconocido músico contó detalles de sus inicios y compartió el principal aprendizaje de su proyecto intercultural ‘Sonidos Vivos’, el cual fue financiado por la UNESCO. Conoce su historia de éxito en la siguiente nota.

Es imposible hablar de Lucho Quequezana y no recordar los acordes de una zampoña, de un charango, de una quena, y de otros instrumentos representativos de nuestro país. Y es que este emprendedor musical ha sabido hacerse de un nombre gracias a su apuesta por la innovación de la música andina. 

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El destacado músico nacional compartió detalles de su historia de éxito en la conferencia “Sonidos Vivos” para motivar a los trabajadores de PRIMAX, reconocida empresa del sector hidrocarburos. No dejes de leer este inspirador relato. 

¿Cómo comenzó esta historia de éxito? Lucho Quequezana encontró su verdadera vocación por la música a los 11 años, cuando por motivos de la salud de su hermano mayor, tuvo que trasladarse junto con su familia a la ciudad de Huancayo. “En el recreo en vez de jugar fútbol, todos salían a tocar la zampoña. Todos tocaban muy bien y yo me sentía una bestia, no tocaba ni el timbre”.

En este contexto folclórico y musical por naturaleza, Quequezana se introdujo poco a poco a un mundo hasta entonces desconocido y que acabaría conquistándolo por completo. “Un día un amigo me enseñó a tocar, tocábamos todos los días durante el recreo, así las diferencias empezaron a desaparecer. Ya no era más ‘el limeñito’”.

Cuando su hermano se curó del asma, la familia decidió regresar a Lima. Este fue un gran choque personal, pero Lucho continúo tocando y cultivando su interés por la música instrumental. “Regresé a mi colegio de Lima. Todas las chicas querían salir con el rockero, jamás con el de la zampoña”, cuenta en risas.

Sin embargo, Quequezana logró contagiar su interés por la música peruana (al igual que lo hicieron con él cuando estuvo en Huancayo) a sus amigos limeños y formó un grupo que gozó de popularidad durante toda su secundaria.

El momento crucial llegó cuando terminó el colegio y tuvo que reconfirmar a sus padres lo predecible: su deseo por dedicarse a la música. “¿Estás loco? Te vas a morir de hambre. Terminas la universidad y haces lo que quieres”, fue la frase que le cayó como un baldazo de agua.

Así ingresó a la universidad y a la par seguía con su grupo musical, el cual ya empezaba a abrirse en el mercado. Sin embargo, la pasión por la música no fue suficiente para sus amigos, quienes un día decidieron dedicarse de lleno a sus profesiones. Había llegado el momento de iniciar una carrera por su cuenta. “Hasta ahí quedo mi grupo de toda la vida”.

“Me puse a pensar: si yo que no sabía nada de música peruana, pude aprender y enamorarme de ella, cualquier músico, de cualquier parte de mundo también podía”, con esta premisa, Lucho Quequezana puso en marcha el gran proyecto musical con el que ganaría el reconocimiento internacional: Sonidos Vivos. 

Dicen que hay que saber aprovechar las opciones que se te presentan en la vida. La gran oportunidad del peruano fue enterarse que la UNESCO andaba en busca de un compositor en el mundo para financiar su trabajo. Postuló con su proyecto intercultural y recibió la respuesta anhelada: había sido elegido. “Me quería dar taquicardia cuando vi en mi bandeja el correo de la UNESCO”.

Esta respuesta soñada iniciaba alagando el proyecto de Lucho, pero el final tenía una condición que pronto lo pondría nervioso: le daban solo dos meses para buscar a músicos en el mundo y tener lista la puesta en escena. “Agarré mis maletas, mis instrumentos y con toda la fuerza me embarqué al Jorge Chávez en busca de los músicos. Me sentía una especie de Luke Skywalker andino”, bromea.

La primera parada fue en Vietnam, donde conoció al músico Huu Bac Quach. Él no hablaba nada de español, pero gracias a la música se empezaron a conocer. Luego iría a Turquía, al encuentro de Ismael Fencioglu, aquel personaje que quedó hipnotizado tras oír el compás de nuestra música en uno de los videos que le mostró Lucho.

“El turco fumaba como chino, pero cuando le di play al video y empezó a sonar el cajón al ritmo de landó, dejó su cigarrillo en el cenicero y con los dedos intentó seguir el ritmo”, esa era una buena señal. Nuestra música todavía desconocida para ellos, había hecho conexión en el primer encuentro.

Luego fueron sumándose al gran proyecto otros músicos de Venezuela, Japón, Colombia y Canadá. “Los canadienses pensaban que el cajón era español; con el japonés a veces tenía que jugar ‘charada’ para lograr que me entienda”, recuerda Quequezana.

Tras reunirlos, el siguiente paso era el aprendizaje: acercarlos a nuestra cultura, hacer que la conozcan y que se enamoren de ella. Tengan en cuenta que Lucho tenía la presión de lograr todo esto en solo 60 días.

Al comienzo no fue fácil, nadie entendía nada; sin embargo, el músico siempre tuvo presente a sus amigos de Huancayo. “Si ellos pudieron enseñarme a mí que nunca había tenido acercamiento, yo también podía hacer que ellos se conecten con nuestras melodías”. 

Tras el paso de los días y los ensayos, el compromiso se fortaleció, el vínculo creció y los extranjeros hicieron también suyo el sueño del peruano. “Cuando llegó el día del concierto todos éramos un mar de nervios, pero el éxito fue rotundo”.

El concierto salió increíble. Ese mismo día, la Unesco los nombró como el mejor proyecto musical y productores que habían estado presentes en el espectáculo no tardaron en contratarlos para giras alrededor del mundo, que duraron más de 5 años.

Como se podrán imaginar, los músicos ya estaban completamente peruanizados, incluso ya hablaban algo de español y hasta habían aprendido jergas. “Me di cuenta que ellos estaban enamorados de un país que ni siquiera conocían, por eso les propuse hacer el concierto en Perú”.

“Ellos me dijeron que estaba loco, pero yo les dije que no se preocupen porque al peruano le gusta compartir su cultura”. Al final aceptaron. La adrenalina que sintió fue inexplicable.

La emoción no era para más. El proyecto musical con el que venía trabajando desde hacía años, por fin se presentaría en su país y nada menos que en la Plaza Mayor de Lima.

“El concierto fue todo un éxito, los músicos no podían creer que se estaban presentando en la plaza principal de un país que hasta hace unos cuantos años ni siquiera conocían, y sobre todo tocando su música”.

La importancia de cerrar el círculo

Tras el tremendo éxito del concierto “Sonidos Vivos” en la Plaza de Armas de Lima el 2015, Lucho sintió que aún tenía algo pendiente con los inicios de su vocación musical. “En este punto me dije: necesito hacer algo para cerrar el círculo. Esa misma noche subí a todos los músicos a un bus y me los lleve a Huancayo”.

El plan era llevarlos al colegio de su niñez y deleitar a los colegiales con un concierto en pleno recreo. La sorpresa fue que al llegar el antiguo colegio de Lucho no existía más, no obstante había uno nuevo muy cerca del mismo lugar.

Y es que al parecer las cosas salen mejor cuando no se planean. Hicieron un concierto para los niños de ese nuevo colegio en el recreo, y en ese momento, ese lugar se convirtió en el escenario más importante para ellos.

“Lo más lindo fue que los niños terminaron cantándonos una canción en quechua. Estaba satisfecho, sentí que ellos habían entendido el verdadero sentido de mi proyecto: compartir cultura”.

El intérprete destaca así, la importancia de rodearse con gente que aporte, con la que te sientas cómodo y con la que compartas la visión de cualquier proyecto que te propongas realizar.

Gracias a su pasión y perseverancia, el emprendedor logró en tan solo dos meses que músicos de distintos países como Vietnam, Japón y Turquía, aprendan y se enamoren de nuestra música peruana. 

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