Desde el 2018, Qhispikay lleva campamentos a las comunidades altoandinas del Cusco para que ellas tengan un intercambio vivencial con los visitantes, fomentando el turismo de la zona y mejorando las oportunidades de las familias de estas zonas.
El concepto de glampling proviene de dos palabras: glamour con camping. Tras un viaje a Costa Rica, Maria Fe Gamarra e Isaías Mendoza del Solar conocieron un poco más sobre este tipo de turismo sostenible y buscaron traerlo al Perú. Es así que en julio del 2018 iniciaron Qhispikay, un emprendimiento social que trabaja con tres comunidades altoandinas del Cusco.
Al principio quisieron hacer glamping Lodge, una especie de alojamiento en espacios cerrados, muy similar a un hotel, pero en lugar de dormir en habitaciones, los viajeros descansan en carpas. Sin embargo, al evaluar la cultura viva de las comunidades altoandinas del Cusco, vieron la posibilidad de trabajar en conjunto con ellas, así la idea dio un giro.
En lugar de ser un glamping regular, Qhispikay lleva el campamento a las comunidades (a los jardines de estas familias), convirtiéndose así en una mezcla entre glamping y turismo vivencial.
Las carpas tienen colchones, ropa de cama de primera calidad, calefacción, luz eléctrica y alfombras con temática de los Andes que les permite a los turistas estar en contacto con la naturaleza, pero sin abandonar la comodidad de las ciudades. Las familias altoandinas son las encargadas de brindar todas las actividades que realiza el turista, garantizando así un verdadero encuentro cultural.
Tras la pandemia, Qhispikay ha vuelto a abrir sus puertas y continúa acogiendo a visitante de todo el mundo que quieren conocer la cultura viva peruana.
Para “Emprendedores transformando el Perú”, nos reunimos con Maria Fe Gamarra, CEO de Qhispikay, para conocer su experiencia a la cabeza de un negocio social.

¿A qué te refieres cuando dices que Qhispikay creó el turismo vivencial 2.0?
Nosotros hemos creado un turismo vivencial distinto. Los clientes no se alojan en las casas de los pobladores, si en el glamping, entonces es un turismo vivencial completamente diferente, con otra sensación porque están junto a la naturaleza y a las familias, pero con otro nivel de confort.
A veces cuando duermes en la casa de alguien que no conoces estás inquieto porque estás muy cerca, entonces el tener este espacio un poquito más allá, que es en el jardín, te da esa sensación de mayor libertad.
Manejamos grupos muy chiquitos, esto nos permite que los turistas y las familias sí vivan el intercambio cultural que estamos buscando.
Maria Fe, ¿por qué decidiste apostar por un emprendimiento social?
Mi esposo y yo venimos de familias de emprendedores. Mis papás tuvieron un negocio desde jóvenes, los papás de él también, entonces lo vimos muy natural, así es que cuando nos tocó estar juntos, siempre pensamos en abrir nuestro negocio.
Queríamos empezar algo relacionado al turismo porque nos gusta mucho, nos apasiona mucho las relaciones que puedes generar con personas de otro mundo. Buscamos hacerlo bien, por eso nos fuimos a Costa Rica para aprender un poquito de los conceptos de turismo sostenible, queríamos hacer algo con impacto social y lo hemos logrado, no tenemos un impacto visual en la comunidad, la comida que se sirve proviene de la cosecha de los mismos pobladores, contamos con paneles solares… Y el hecho de que hayamos terminado trabajando con comunidades altoandinas fue un poco suerte, un poco del destino que dejamos que nos lleve.
¿Cuáles son los principales obstáculos a los que te has enfrentado con esta empresa social?
Bueno, el primero y el más grande, la pandemia. Empezamos en julio del 2018, entonces llegó la pandemia a un año y medio después de las operaciones.
El 16 de marzo de 2020 recibíamos a nuestro primer turista de temporada, nunca llegó. Tuvimos que cancelar las reservas, empezamos a devolver el dinero, casi nos quedamos sin caja. Esto ha sido súper duro, pero dentro de todo tuvimos la suerte de que nuestro modelo de negocio es variable, no quebramos y pudimos mantenernos en el limbo hasta que tuvimos un poquito de turistas a fin de año pasado y desde julio del 2021 ya se siente la reactivación.

Durante los meses que no estuvieron en actividad. ¿qué medidas implementaron?
Bueno, hemos hecho capacitaciones de bioseguridad para los pobladores, compramos equipos, rehicimos nuestra página web, estuvimos planeando otros emprendimientos y buscando nuevas alianzas.
Ahora estamos como finalistas de Próceres del Bicentenario, un premio de una asociación privada muy grande en el Perú, entonces hemos estado capacitándonos con ellos.
Cuéntame, ¿Qhispikay actualmente es un negocio sostenible?
Sí, hemos alcanzado las tres sostenibilidades: ambiental, social y económica. En el aspecto social, tenemos un impacto muy fuerte en las familias con las que trabajamos y sus vecinos, el 60% del core va para las comunidades.
En el aspecto ambiental nuestra huella es muy bajita, lo único que no hemos podido borrar es la huella de carbono del transporte cuando se traslada a los turistas. No tenemos impacto visual, que también es importante porque no estamos construyendo domos en medio de las comunidades.
Respecto a lo económico, por suerte sí podemos mantenernos. Casi todos nuestros costos son variables, entonces depende de la cantidad de afluencia que tengamos. Nuestros costos fijos recién se están incrementando porque recién estamos incorporando a más miembros en nuestro equipo administrativo, pero las ventas actuales nos permiten pagarlo.

¿Qué crees que debería hacerse, tanto de parte del Estado como de la empresa privada, para impulsar a los emprendimientos sociales?
Por parte de la empresa privada, yo creo que a todos los emprendimientos sociales lo que más les ayuda es la visibilidad. A las empresas grandes se les hace más sencillo porque tienen mucho acceso, pero a los pequeños el tema de tener entrevistas como la que estamos teniendo ahora nos ayuda muchísimo, o sea, hace que la gente se entere de lo que estamos haciendo y por ahí nos puede caer algún cliente nuevo, alguna recomendación.
Por parte del Estado igual, a nosotros nos ayudaría mucho tener un contacto más directo con Promperú para incrementar nuestra visibilidad.
¿Qué habilidades o valores crees que debería tener un emprendedor social?
Como todo emprendedor tiene que aprender a pilotear y hacerlo rápido hasta que encuentre el modelo de negocio que más se adecúe y que más posibilidades de sobrevivir tenga. Y en cuanto a lo social, es paciencia porque es un poquito más difícil que un emprendimiento regular.
Entonces debe tener bastante paciencia y seguir adelante a pesar de que lleguen tiempos difíciles como el que acabamos de pasar.
Para finalizar, ¿qué consejos le darías a los emprendedores que se quieren iniciar en este rubro?
Yo creo que el gran consejo es que se animen y se tiren a la piscina. Planear es bueno y siempre ver tus números es importantísimo, tener planes distintos para escenarios está bien, pero el papel aguanta todo y para entender realmente qué es lo que estás haciendo y cómo hacerlo es importarse atreverse.