Isabel Uriarte es cofundadora y CEO de la Promotora de la Agricultura Sustentable (Proassa), una organización brinda servicios productivos a miles de pequeños productores del Nororiente del Perú. Asimismo, lidera lanzó Café Femenino, marca que asocia a más de 700 mujeres caficultoras de Lambayeque, Cajamarca y Amazonas.
El 8 de marzo de 1908 ocurrió un suceso que marcó la historia del trabajo en el mundo entero: 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, tras declararse en huelga. ¿El motivo? Buscaban la reducción de la jornada laboral a 10 horas y un salario igual al de los hombres que hacían las mismas actividades.
Con este antecedente, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
En la actualidad la fecha sirve para conmemorar la lucha por la erradicación de la violencia de género y lograr la igualdad entre mujeres y hombres, pues estas últimas continúan desarrollándose en ambientes sociales, económicos y políticos desfavorables.
En medio de esta fecha PQS ha decidido lanzar el especial “Mujeres de negocios”, en el que se conversa con ocho mujeres emprendedoras o investigadoras sobre sus experiencias.
Una de ellas es Isabel Uriarte, cofundadora y CEO de la Promotora de la Agricultura Sustentable (Proassa), una organización que desde hace más de 25 años viene prestando servicios productivos a miles de pequeños productores del Nororiente del Perú. Su principal socio es la Central de Cafetaleros del Nororiente (Cecanor), constituida en el año 2000.
Para impulsar la independencia de las mujeres caficultoras, en el 2004 Proassa lanzó Café Femenino, la marca que asocia a 703 mujeres de Lambayeque, Cajamarca y Amazonas.

Isabel, ¿cómo te defines a ti misma?
Soy licenciada en Sociología y estoy relacionada con el trabajo con organizaciones de productores desde que era estudiante universitaria. Constituí una ONG para darle más formalidad al trabajo social que veníamos haciendo como estudiantes y, al darnos cuenta de que la asistencia técnica no era suficiente para mejorar las condiciones de vida del pequeño productor, que el cuello de botella era el mercado, impulsamos la constitución de Proassa.
¿Por qué nació la necesidad de trabajar con mujeres que cultivan café?
Al inicio hemos trabajado con productores hombres, tratando de incorporar a las mujeres en la organización con muchas dificultades. Después de ver que no podíamos competir en el mercado, en el nicho de orgánicos, promovemos la centralización de las asociaciones en Cecanor y es ahí donde se logra la certificación de comercio justo en un año donde el precio del café caía mucho. Por 5 años tuvimos precios muy bajos.
Esto nos llevó a visualizar otro problema: los reconocimientos que podíamos conseguir no necesariamente iban a beneficiar o a mejorar las condiciones de vida de las familias de los productores, así fue como empezamos a promover la incorporación de las mujeres y la idea de ofertar el café como una marca propia.
La alianza que generamos con el importador nos permitió trabajar en conjunto y desarrollar la marca a nivel internacional. Los beneficios que llegaban de la marca nos permitió que los hombres vieran con buenos ojos el trabajo que estábamos haciendo con las mujeres y así ceder la propiedad de algunas fincas a nombre de ellas para que ingresaran a la organización, esto fue a partir del 2004. Ahora el 52 % de socios de Cecanor son mujeres.
¿Cómo han manejado el financiamiento de Proassa?
Por el componente social y ambiental que tiene la empresa, hemos tenido la apertura para conseguir fondos del extranjero de fuentes de financiamiento solidarias donde no nos han pedido garantías reales sino sencillamente la garantía de los contratos, como hemos tenido una muy buena relación con el importador, a veces él firmaba una carta de garantía del 25 %.
Hemos tenido limitaciones financieras, no hemos tenido lo suficiente, pero sí lo necesario. Recién hemos tenido acceso a la banca nacional hace unos tres años.
¿A qué dificultades te enfrentaste en el proceso de crear una comunidad empresarial con mujeres caficultoras?
Las dificultades han estado relacionadas al sostenimiento porque trabajamos con micro productores de zona de extrema pobreza con muchas limitaciones de acceso a la tecnología y de agua para sus cultivos, con un alto analfabetismo, entonces esas han sido las trabas para poder avanzar.

¿Y qué medidas han tenido que adoptar para superar estos problemas?
Hemos ampliado el trabajo a zonas de mayor producción como Amazonas, entonces ahora tenemos casi un 50 % de socios en zonas muy pobres de Lambayeque y un 50 % en Amazonas y Cajamarca, así se compensan los volúmenes que nos permiten ser más sostenibles en el mercado.
Si tuvieras que mencionar un error y un acierto que has tenido como emprendedora, ¿cuáles serían?
Mi principal error fue darle mucha prioridad a la parte social, quizás lo hice porque soy socióloga, pero a veces no medíamos la parte económica que es la que da la sostenibilidad del programa. Si hubiésemos visto desde un inicio la parte social, ambiental y económica, quizás hubiésemos tenido mayores éxitos.
Si volviera a reiniciar la experiencia, esta sería una de las cosas que miraría con más atención.
¿Y en cuanto a tus aciertos?
Yo creo que las dos estrategias que han dado resultado, en el caso de Café Femenino, son el acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra y el acceso al mercado.
Nosotros hemos trabajado primero como ONG, luego como empresa, y a pesar de que hacíamos talleres no lográbamos captar el interés de las mujeres y menos el de los hombres para que les cedan la tierra a ellas.
Cuando aparece la propuesta de Café Femenino como marca, la propuesta de que la mujer se inscriba con sus tierras, de que el valor de ese café tenga que ser recibido por la mujer, ellas se interesan. Primero, recupera sus herencias porque el pedazo de tierra que heredaba la mujer se lo inscribía el hombre. Segundo, avanza la familia porque cuando la mujer tiene dinero compra alimentos para la casa.
La misma marca nos permitía acceder a pequeños fondos para pequeños proyectos. Se creó en Estados Unidos la Fundación Café Femenino, entonces ellos nos apoyaban para capacitaciones para biohuertos, cocinas mejoradas, talleres para la prevención del cáncer uterino y mamario, un piloto con 15 centros de educación inicial donde una enfermera va a medir peso y talla de los niños y les explica a los padres de familia la importancia de conocer el valor nutritivo de los alimentos, entre otras actividades.
Todo esto nos da una presencia casi permanente en las comunidades y que nuestras mujeres sean líderes dentro de su comunidad también es un ejemplo para el resto, las invita a sumarse a la iniciativa, contagia y crea expectativa.
A nivel profesional y personal, ¿qué ha significado para ti iniciar una empresa?
En el año 92, cuando entramos en el mundo del café y queríamos impulsar la iniciativa para la comercialización, fue la década donde las cooperativas, por la mala gestión, empezaron a fracasar. Entonces, cuando nosotros le propusimos a los productores la formación de una cooperativa para armar la parte comercial, ellos no dijeron que no. La salida a este problema fue Proassa.
Fundar esta empresa significó afrontar muchas dificultades, pero al final uno tiene la satisfacción de ver que las organizaciones funcionan, que tienen asistencia técnica, que tienen un producto diferenciado, certificado y orgánico, que cuentan con comercio justo, que han construido un canal de comercialización muy fuerte porque era muy duro competir con las grandes empresas.

Luego de liderar una empresa durante más de 25 años, ¿crees que es difícil emprender para una mujer en Perú?
Creo que hay más limitaciones que para los hombres, pero mucho depende de que no se quiera sesgar el trabajo.
En nuestro trabajo, algunos productores y algunos técnicos pensaban que nosotros queríamos dividir la organización cuando salió la propuesta de la marca Café Femenino, pero no, para mí el desarrollo no lo puede impulsar solo una parte de la organización, había que incluir a las mujeres.
¿Recuerdas alguna anécdota en la que te hayas sido discriminada por tu género en el mundo empresarial?
Quizás la que más recuerdo fue cuando asumí la gerencia de Proassa. El importador me quería muchísimo, pero me dijo: “Isabel, tú eres joven, ¿crees que tú vas a poder con tanto productor viejo y con muchos intereses?” Yo le dije que sí con certeza porque yo venía desde la universidad trabajando con comunidades campesinas.
No sé si fue discriminación por parte de él o solo temor de que no pudiera asumir esa responsabilidad.
¿Qué crees que le hace falta al Estado y a la empresa privada para impulsar emprendimientos liderados por mujeres?
Todas las iniciativas que hay a través de proyectos, porque ahora sí hay fondos a los que hay que acceder, están mal direccionadas. Por ejemplo, ahora para acceder a algún financiamiento basta con que se junten un número de gente, pero termina el proyecto y la organización desaparece. No se da sostenibilidad.
Igual a veces los consejos municipales o los técnicos del ministerio, como tienen metas de construir asociaciones, lo que hacen es romper las que ya existen para formar nuevas.
Eso también limita que ingresen mujeres
Claro, mantienen la misma estructura. En el caso de nosotros, la mujer le da más estabilidad a la institución familiar y a la organización. En la organización, la mujer piensa mucho para salirse, pero el hombre si ve que el precio es mejor en otro lado, se va.
¿Y respecto a la labor de la empresa privada?
En cuanto a la empresa privada, va a depender mucho del propósito que tenga. En el caso de nosotros, el propósito ha sido claro desde el inicio: la contribución a la mejora de la vida del pequeño productor, alrededor de esto se ha planeado todo el trabajo.
Igual ahora ya son otros tiempos, hay más oportunidades para las mujeres, hay más acceso a educación y creo que en todas las empresas hay más mujeres asumiendo cargos de liderazgo.
Isabel, ¿qué consejos le darías a una mujer peruana que quiere iniciar una empresa?
Que no se desanime y que no tenga temor ante las dificultades que se presentan. Y que si su propósito es claro, que trate de generar alianzas para crecer.