Luis cuenta que toda la aventura empezó en 1960 cuando su padre toma el traspaso de una bodega Muelle. En ella se vendían sanguches y como era costumbre, en el barrio le decían ‘la bodega del chino’, hasta que evolucionó así a ‘los sanguches del chinito’.
Para el mayor de los Yong lo importante es que ‘la catedral del sanguche’ – como le dicen algunos- siempre fue una empresa familiar y eso le da un sabor especial al negocio. La familia Yong es conocida no por vender comida, sino, por vender alegría, vender emociones y experiencias. Siempre se acostumbraron a ganar clientes con amor.
Luis es médico de profesión pero toda su vida la sanguchería fue su eje. Era su punto de partida todos los días para ir a estudiar y para ir al hospital. Después de cumplir con sus responsabilidades cambiaba de labores y volvía a la sanguchería, se ponía otro mandil y trabajaba con su gente. Hoy, esa tradición se ha pasado a sus hijas y nietos.