“Da la sensación que a nadie le importa nada y que asistimos al progresivo hundimiento del Titanic democrático”, sostiene Luis Fernando Nunes en su nueva columna de opinión.
Segunda vez que escribo sobre este tema. El término “pendejocracia” es un neologismo que combina la palabra “pendejo” y “democracia”. Aunque no es un término reconocido oficialmente y su uso puede variar, generalmente se utiliza de manera crítica para referirse a un sistema político o a un político del que consideramos que sus decisiones tomadas son propias de ignorantes, incompetentes, tercos a morir o irresponsables.
El término puede sugerir una crítica hacia la calidad de esos líderes políticos o la falta de sabiduría y discernimiento. Sin embargo, es importante señalar que su uso puede ser subjetivo y depende de la opinión o perspectiva de quien lo utilice.
Pues yo lo utilizo para calificar con ese nombre a un pendejo mexicano: Andrés Manuel López Obrador, el ladrón de la Presidencia Pro Tempore de la Alianza del Pacífico y que tuvo crear un movimiento ciudadano y le puso Morena (para poder conquistar el voto de los devotos guadalupanos, que ahora lo detestan).
Por carambola, también se lo podría dedicar a Alberto Fernández, que hace algunas semanas en su Mensaje a la nación argentina, dijo que los argentinos tienen mejor calidad de vida que hace tres años; supongo que se refiere a su familia y a su pulgoso can, porque la CK ha sido rica desde siempre.
La palabra pendejo tiene varias acepciones, dependiendo del país donde la digas.
En el Perú, significa persona astuta o lista para cualquier cosa, lo cual puede ser para bien o para mal. Sin embargo, hoy traigo la palabra al contexto político y afirmo que estamos desde hace rato (o quizás, siempre) viviendo en una Pendejocracia. Junto al otro deporte nacional –la quejadera- nos quejamos (valga la redundancia) de lo que nos está pasando como si nosotros no tuviéramos también parte de culpa.
¿Quién eligió a Pedro Castillo? ¿Quiénes eligieron a los congresistas? ¿Fueron los ucranianos, los rusos o el millón de venezolanos que están en Perú? Asumamos que la culpa es colectiva; podemos tardar hasta una semana (o dos) en elegir qué nuevo auto nos vamos a comprar, pero decidimos nuestro voto en 15 segundos (o menos) y al rato, ya estamos “rajando” del resultado.
El voto castigo, voto vergonzante, voto látigo y muchas otras variantes, son el resultado de nuestra pésima educación electoral y cívica.
La democracia no se compra ni en bodega ni en la farmacia. Es un invento humano que no crece ni en los árboles ni en un acuario. Hace más de 2,500 años que Grecia y Roma nos dieron ese legado y lo hemos usado (y abusado) a nuestro gusto, liderados algunas veces por gente brillante y muchas otras por gente de mala entraña.
Según Alejandra Ames, estamos atrapados en un “desmadre” institucional, que desafía esa sensación de que ya no podemos caer más bajo y mi amigo Jorge Bruce, indica que el deterioro constante de nuestra clase política está corroyendo la capacidad de reacción de la ciudadanía. Da la sensación que a nadie le importa nada –una indiferencia en evolución- y que asistimos al progresivo hundimiento del Titanic democrático.
Elegir bien a una autoridad es de suma importancia. El futuro de los individuos, de sus familias, de sus comunidades, depende de que elijamos bien. Quien hace despreciable la política (o más bien la politiquería), no es la política misma sino los individuos pendejos que la practican mal.
Por la terquedad de AMLO, la Alianza del Pacífico, que es una iniciativa de integración regional conformada por cuatro países: Chile, Colombia, México y Perú, acompañados por muchos países observadores, y que fue creada el 28 de abril de 2011 con el objetivo de fomentar la cooperación económica, comercial y política entre sus miembros, así como promover la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas en la región, está ralentizada pues la nueva Presidenta Pro Tempore no ha tomado cargo de sus responsabilidades desde principios de enero de este año. Ello no perjudica al que el año que viene se va para su casa, ese amplio rancho llamado “La Chingada”, situado en Palenque, Chiapas, sino a los habitantes de las cuatro naciones, que pudieran hacer mejores negocios e intercambios.
Cuando estudié Ciencia Política, me enseñaron sobre el sistema de pesos y contrapesos dentro de un sistema democrático. Acá todo eso se está yendo al “lugar ese”, que es una cesta que va en una de las velas de un barco.
En todo caso, les recuerdo la frase del genial dramaturgo y polemista Bernard Shaw (1856-1950): “Los políticos y los pañales, deben ser cambiados frecuentemente por las mismas razones”.
Por: Luis Fernando Nunes, analista político